Declaración de intenciones


sábado, 6 de julio de 2013

La vejez

El pobre Damián ¿Sabes a quién me refiero? Damián el del primero? Si, Gatuso, fue quien te recogió la primera vez que te escapaste de casa a echarle un vistazo al mundo, hasta que llegaste al portón de la entrada y comenzaste a maullar y Damián te oyó y te rescató.
Desde hace unos meses, antes de que entrase el frío, Damian vive solo. Ya sabes, Tomasa, su mujer, murió de un paro cardíaco, tenía tantos males, tantas teclicas desafinadas, como ella decía, que su corazón no lo resistió y una mañana ya no despertó.
¡Qué pena me da Damián! Parece que él quisiera acompañarla y anda perdido porque no sabe qué hacer; no tiene a quién cuidar. Antes, se paraba cada vez que nos cruzábamos para saludarme y preguntarme por ti, Gatuso, pero esta misma tarde ha pasado junto a mí sin reconocerme.
Me hace pensar en mi vejez. ¿Qué pasará cuando mis sentidos ya no respondan? ¿Acaso seguirás a mi lado y me seguirás queriendo igual? Pero claro, tú no sabes de lo que hablo. Vosotros tenéis siete vidas.

Al pobre Damián hasta le cuesta trabajo andar apoyándose en la cachaba. Va arrastrando los pies sin apenas fuerzas, con mesura y sin hacer ruido para que la muerte no se dé por aludida. 

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