-Madre, mira que rosas tan bonitas te traigo
–decía Marianín mientras sujetaba el ramo con extremo cuidado para no
lastimarse las manos. La madre, orgullosa por el detalle de su hijo, buscó un búcaro
y colocó las preciosas rosas rojas sobre la mesa del salón, el lugar más
visible de toda la casa. A la mañana siguiente las rosas se habían deshojado formando
alrededor del recipiente una barrera de pétalos rojos aún vivos.
Declaración de intenciones
lunes, 8 de julio de 2013
sábado, 6 de julio de 2013
Amistad
Gatuso, por la manera en que nos tratamos, tú
y yo somos amigos, y eso me preocupa porque lo mejor para conservar la amistad,
dicen algunos, es poner tierra de por medio, y hoy por hoy no está dentro de
nuestras posibilidades ni de nuestros deseos. Además, tú no sabes escribir -no por mi culpa, que yo si quise enseñarte-, y tampoco sabes leer esas cosas que escribimos los humanos,
letras, mis cartas te sabrían a poco y al final perderíamos el contacto.
En nuestro caso particular, Gatuso, la mejor
manera de conservar la amistad es estando uno frente al otro y observarnos para leernos las caras y los gestos. Por ejemplo, cuando te hablo
de mis cosas, sé que me entiendes y, sin embargo, ni preguntas, ni vas por ahí
con chismorreos. Es de agradecer contarle un problema a un amigo y que no
te dé consejos cuando tú solo quieres sentirte bien con su simple presencia. Por
eso aprecio tanto tu amistad.
En mis horas bajas, justo cuando dejo de
sentir motivación alguna y no me queda nada por lo que seguir viviendo, cuando
la montaña rusa de la vida me provoca angustia y el estómago se me empequeñece
en un suspiro, cuando no tengo ganas ni de verme y todo se presenta negro y soy
presa del síndrome de estar harto de todo, de compartir la existencia con los
abúlicos, con los indiferentes, con los desganados, con los apáticos; cuando
sólo soy un reflejo en el espejo, justo en esos momentos agradezco tu presencia
porque cuando soy consciente de que te miro y tú me miras empieza a cambiar el signo
de mi ánimo.
La vejez
El pobre Damián
¿Sabes a quién me refiero? Damián el del primero? Si, Gatuso, fue quien te
recogió la primera vez que te escapaste de casa a echarle un vistazo al mundo,
hasta que llegaste al portón de la entrada y comenzaste a maullar y Damián te
oyó y te rescató.
Desde hace unos
meses, antes de que entrase el frío, Damian vive solo. Ya sabes, Tomasa, su
mujer, murió de un paro cardíaco, tenía tantos males, tantas teclicas desafinadas, como ella decía,
que su corazón no lo resistió y una mañana ya no despertó.
¡Qué pena me da
Damián! Parece que él quisiera acompañarla y anda perdido porque no sabe qué
hacer; no tiene a quién cuidar. Antes, se paraba cada vez que nos cruzábamos
para saludarme y preguntarme por ti, Gatuso, pero esta misma tarde ha pasado
junto a mí sin reconocerme.
Me hace pensar
en mi vejez. ¿Qué pasará cuando mis sentidos ya no respondan? ¿Acaso seguirás a
mi lado y me seguirás queriendo igual? Pero claro, tú no sabes de lo que hablo.
Vosotros tenéis siete vidas.
Al pobre Damián hasta
le cuesta trabajo andar apoyándose en la cachaba. Va arrastrando los pies sin
apenas fuerzas, con mesura y sin hacer ruido para que la muerte no se dé por
aludida.
El trastero
Hace un rato entré al trastero de la casa. Ya sabes Gatuso que es una habitación abarrotada de objetos saturados de polvo,
inservibles contenedores de recuerdos, cosas de las que no me atrevo a
desprenderme por miedo a perder su recuerdo de la memoria de mi corazón. Objetos
que me despiertan sensaciones, olores, pasiones, colores; partes de lo que fue mi
presente en el pasado; resucitan personas queridas y vuelvo a jugar con mis
amigos de la infancia y me doy cuenta que el futuro no es otra cosa que
revivir.
Tú,
Gatuso, no tienes mucha memoria, la justa para tu superviviencia, es decir, que
recuerdas dónde está el tazón con tu comida y poco más, porque mira que he
intentado que no medites en el sillón de la salita que si viene alguna visita
me avergüenza que lo vea lleno de pelos de gato. Es una batalla perdida contigo.
¡Ya no sé que hacer!
Mi gato
Gatuso, así se llama mi gato, se hace el
remolón cada vez que lo llamo: -¡Gatuso, vén, toma!, y él a lo suyo.
Físicamente es un gato agraciado que a casi todas las personas le gusta y lo
piropean al verlo y él hincha el pecho blanco y encorva el lomo canela mirando
para otro lado haciéndose el interesante. A veces se pasa el día haciendo como
si durmiera, pero en realidad está pensando, yo lo sé porque no llega a cerrar
los ojos del todo. Cuando en realidad duerme es por la noche.
Gatuso es un gato imponente con sus largos
bigotes blancos, su esponjoso pelo y su prominente y espesa cola que utiliza a
modo de estandarte cuando pasea por la casa.
Gatuso se esmera en su aseo personal cada vez
que abandona la meditación; sentado se lame concienzudamente la pata derecha y
acto seguido la frota contra su cabeza, una y otra vez, para después repetir la
ceremonia con la pata izquierda. Tras el repaso a los genitales y un ligero
mordisqueo en su cola, se incorpora dispuesto a chequear que todas las cosas
siguen en su sitio y, sobre todo, si hay algo nuevo ya sea un jarrón, un
cenicero o cualquier figurilla sobre la mesa o la estantería.
A Gatuso le gusta que le pise la cola cuando
paso por su lado. No me refiero a cuando la piso sin querer y apoyo todo mi
peso, sino cuando lo hago de manera ligera, casi como una caricia, y el
responde maullando con una intensidad proporcional a la presión que nota, igual
que lo hacen los gatos de goma.
No se crean que vivir con un gato engreído es
fácil, que igual decide que las siete de la mañana es hora de levantarse aunque
sea domingo, salta a la cama y te despierta con
un áspero ronroneo en el oído. Otras veces insiste en acompañare mientras
tecleas en el ordenador y se tumba sobre el teclado. Pero lo peor de todo es la
cantidad de pelo que va dejando por aquí y por allá, como si se estuviera
desplumando; mechones arrancados o pelos sueltos que acaban formando un pelotón
rodante por el suelo.
¡Ay gatuso, de haber imaginado lo importante
que serias para mí te habría llamado... por ejemplo Platero!
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