Declaración de intenciones
Ni siquiera se percató de que estaba siendo invadido por un enemigo invisible. Había estado varias semanas esperando a que pasara por su lado para agarrarse a el como un imán orgánico. Ella lo intuyó, lo olió, pero fué preciso que la rozara para que se decidiera a abordarlo. Buscó el lugar más idóneo. Recorrió el antebrazo, después el brazo y subió por el cuello buscando donde pasaría los próximos días, meses o años. En realidad solo fueron unas semanas. Aquella tarde fué cuando le picó, y no lo sintió.