Ni siquiera se percató de que estaba siendo invadido por un enemigo invisible. Había estado varias semanas esperando a que pasara por su lado para agarrarse a el como un imán orgánico. Ella lo intuyó, lo olió, pero fué preciso que la rozara para que se decidiera a abordarlo.Buscó el lugar más idóneo. Recorrió el antebrazo, después el brazo y subió por el cuello buscando donde pasaría los próximos días, meses o años. En realidad solo fueron unas semanas. Aquella tarde fué cuando le picó, y no lo sintió.
La modista.
Se llama Catalina y desde muy joven había trabajado en un taller de costura. Luego de casarse se abandonó al cuidado de su marido y los quehaceres del hogar, de manera que con su nuevo estado civil no solo dejó de trabajar, sino que también perdió todo contacto con sus compañeras del taller que a la postre también eran sus únicas amigas.
No soy capaz de fechar los acontecimientos que aquí se relatan. Podrían haber ocurrido durante los últimos años de la década de los 70, o los primeros de los 80. Pudieron ocurrir cualquier día de cualquier mes, pero no de cualquier año.